Gobierno y Administración de la Cofradía

A partir del año 1987 que se modificaron los estatutos, la Cofradía viene gobernándose por una Junta Directiva similar a la de cualquier otro grupo, asociación, etc., es decir hay un Presidente, Vice-Presidente, Secretario, Tesorero, etc y por lo tanto bajo este punto de vista no hay nada especial que resaltar y por eso nos vamos a referir aquí a los órganos de gobierno y administración de la Cofradía como eran en sus orígenes y hasta que se cambiaron los estatutos.Había en los órganos de gobierno de la Cofradía dos categorías, una correspondía a los cargos, que son los que hacían la labor que hoy llamaríamos gerencial de la Cofradía y otra que decían de los oficios, que pudiéramos asimilar al staff administrativo de hoy.

Los cargos se elegían anualmente en la asamblea general que se celebraba en la ermita el día de la fiesta, después de la misa. Durante muchos años, hasta comienzos del siglo XX, no era posible la reelección mientras quedaran hermanos que no hubieran ocupado el cargo, si esto no ocurría había que dejar pasar un año antes de ser reelegido y se recomendaba dejar como mínimo tres. Era forzoso aceptar el cargo y el rehusarlo llevaba implícito perder la condición de cofrade, sin posibilidad de volver a recuperarla, pero cabía la posibilidad de nombrar un representante si el elegido residía fuera de Aguilar o sus pueblos comarcanos.

Aunque la elección se hacía el día 8 de septiembre los elegidos no tomaban posesión del puesto hasta tres semanas después, concretamente hasta el día de san Miguel, fecha en que los cargos salientes rendían cuentas de su gestión, se hacía lo que pudiéramos llamar una auditoría de la que también hablaremos, y los nuevos cargos pasaban a hacerse cargo de la administración y custodia de todos los bienes de la Cofradía, mediante la firma del correspondiente inventario.

Los cargos eran los de avenidores y los de mayordomos, en cada caso se nombraban a dos y los mayordomos, normalmente, pasaban a ser avenidores al año siguiente.

Procedimiento de nombramiento de los cargos.

El día de la fiesta, después de la misa, todos los cofrades se reunían en la sala capitular de la ermita. Los avenidores que ese año terminaban su mandato, junto con otros cinco cofrades que ya hubieran sido avenidores se retiraban a una habitación aparte y deliberaban acerca de las personas más adecuadas a proponer a la asamblea para el gobierno de la Cofradía durante el próximo año.
Como ya se ha dicho, los mayordomos que ese año terminaban su mandato eran normalmente promovidos al puesto de avenidores, por lo que generalmente el «colegio elector» sólo tenía que ocuparse de seleccionar a los nuevos avenidores.

Una vez que este comité o «colegio elector» había llegado a un acuerdo en los nombramientos, retornaba a la sala capitular y hacía la propuesta a toda la Cofradía. Si la propuesta era aceptada, las personas elegidas tenían que aceptar el cargo y desde ese momento quedaban nombradas, y así se recogía en el correspondiente acta, en caso de que la asamblea rechazase alguno de estos nombramientos, el comité se volvía a reunir para hacer una nueva selección y volverla a proponer a la asamblea.

Nos consta al menos que hubo un hecho curioso en este proceso de selección y fue que el comité propuso a la asamblea a una persona que hacía unos meses había fallecido. Parece ser que este cofrade residía fuera de Aguilar, nadie había tenido noticia de su fallecimiento hasta que al momento de hacer la propuesta, uno de los asistentes, también con residencia fuera de Aguilar, lo puso en conocimiento de todos los presentes.

Los avenidores, durante el año de su mandato, eran los verdaderos dueños del patrimonio de la Cofradía, que en algunas épocas llegó a tener cerca de 400 fincas rústicas repartidas por los puebles próximos a la ermita, como Barrio Santa María, Barrio San Pedro, Foldada, Frontada, Cenera, Vallespinoso, por supuesto tenía también fincas en Aguilar y en algunos otros pueblos no tan cercanos como San Martín de Perapertú, Brañosera y Porquera de los Infantes, además de alguna casa en Aguilar.

Salvo enajenar las propiedades, que requería la aprobación de la asamblea general de la Cofradía, los avenidores disponían a su completa discreción del patrimonio de la Cofradía, tenían capacidad para arrendar estas fincas, eran los encargados de cobrar estos arrendamientos, se ocupaban de vender la miel del colmenar y los corderos procedentes del pequeño rebaño de ovejas que tenía la Cofradía, la leche era para el ermitaño y su familia, se ocupaban de las obras necesarias para la buena conservación de la ermita y en la fiesta del año que terminaba su mandato eran los encargados de organizar la comida de hermandad, a la que solían asistir todos los cofrades y que hasta el año 1920 fue con cargo a los fondos de la Cofradía.

Pasada la fiesta y llegado el día de san Miguel los avenidores, como ya se ha dicho rendían cuentas de su gestión.

De los primeros avenidores que tenemos constancia fehaciente son D. Juan González de Escobedo y D. Juan de Terán, que lo eran en el año 1639, también sabemos que en el año 1682 lo fueron D. Juan Manuel Rodríguez Palacios y D. Juan Balle (con b es como figura en los archivos) y a partir del año 1835 tenemos casi una relación completa de todas los cofrades que ocuparon este cargo. En general todos ocuparon el cargo muy dignamente y miraron por el bien de la Cofradía, pero desgraciadamente también hubo algunos que se aprovecharon del mismo y lo utilizaron para expoliar, en su propio beneficio, el patrimonio de la Cofradía.

Los mayordomos eran los ayudantes de los avenidores para todas las cosas que estos decidieran encomendarles, se les designaba también con el nombre de alguciles y porteros de los avenidores. Además de las tareas que les pudieran encomendar los avenidores tenían como funciones propias las siguientes:

  • Avisar a todos los cofrades, yendo si fuera preciso de casa en casa, para la asistencia a las juntas, funciones religiosas, etc.
  • Cobrar la cuota anual y entregar la recaudación a los avenidores.
  • Vigilar la labor del ermitaño así como las obras de reparación de la ermita e informar de ellas a los avenidores.
  • En los actos religiosos colocarse a la entrada de la iglesia con sendas cestas con velas e ir dando una a cada uno de los cofrades a medida que fueran entrando en la iglesia.
  • El día de la fiesta, ayudar a los avenidores a preparar la comida y servir y retirar las mesas, así como lavar la vajilla y la cristalería después.

Con el paso del tiempo las labores de los avenidores y mayordomos se fueron reduciendo, la más importante, como era la administración del patrimonio de la Cofradía, apenas ya tenía importancia por la reducción que había experimentado éste y finalmente, en la asamblea celebrada el día 9 de septiembre del año 1962, se decidió suprimir el cargo de mayordomo.

Para controlar la gestión de los avenidores existía el cargo de contador. Los contadores eran también dos, se elegían en la asamblea general del día de la fiesta y su misión era la de tomar las cuentas el próximo día de san Miguel a los avenidores que cesaban ese año. Para ocupar el cargo de contador era preciso saber leer y escribir y no tener ninguna relación de parentesco con los avenidores cuyas cuentas iban a revisar o a auditar, que diríamos hoy.

El cargo de contador se suprimió, sin que sepamos las razones que llevaron a tal decisión, en la asamblea general celebrada el 8 de septiembre del año 1926. No tenemos conocimiento de muchos de estos contadores, pero si sabemos que en el año 1839 lo fueron D. Juan Antonio Macho y D. Pedro Martín Salcedo, que auditaron las cuentas de los avenidores D. Francisco del Olmo y D. Matías Díez Martín.

Entre los oficios el más importante era el de secretario, generalmente eran personas que se ofrecían voluntariamente para el puesto y solían ocupar el mismo durante muchos años. Naturalmente eran personas que sabían leer y escribir, pues a ellos correspondía levantar acta de todas las reuniones de la Cofradía y gracias a ellos conocemos la historia y el devenir de la Cofradía.

Es el único puesto que, al menos durante algún tiempo, estuvo remunerado. Sabemos que en el ejercicio 1879-1880 el secretario a la sazón, D. Pedro Micieces, cobró 44 reales que le abonaron los avenidores D. Maximino Rodríguez y D. Alejandro Matabuena.

Otros oficios que existían en la Cofradía eran los de archivero, veedor y catador. De los dos primeros es poca la información que se conserva en los archivos, sabemos de algunas personas que ocuparon dichos puestos y de la fecha en que fueron suprimidos y poco más.

El cargo de catador sí que tuvo importancia, pues era el que se ocupaba del mantenimiento y cata del colmenar que había la ermita y que era una de las propiedades más apreciadas de la Cofradía. El puesto estuvo vigente mientras existió la vieja ermita, pues con su desaparición, desapareció también el colmenar. Los últimos cofrades que se ocuparon de esta misión fueron D. Victor Estébanez del Olmo y D. Victoriano Ruiz Gómez.

Finalmente nos queda por citar al capellán. La ermita de Nuestra Señora de Llano estaba enclavada en el término del pueblo de Frontada, hoy desaparecido bajo las aguas del pantano de Aguilar, pero la sede de la Cofradía estuvo siempre en Aguilar y el cuidado espiritual de la misma le correspondía al clero de Aguilar, según lo atestiguan los Breves de los papas Pablo V (1605-1621) y Benedicto XIV (1740-1758). Sin embargo hubo épocas de lucha por este puesto, que reclamaba para sí el párroco de la iglesia de San Andrés de Frontada, por aquel entonces diócesis de Palencia mientras que Aguilar pertenecía a la de Burgos.

En otros tiempos el nombramiento de capellán estaba rodeado de cierta solemnidad, la Junta Directiva de la Cofradía ofrecía el puesto a uno de los sacerdotes que ejercían su ministerio en Aguilar, si éste lo aceptaba se le proponía a la asamblea general y una vez que ésta lo aceptaba se hacía la comunicación al obispo de la diócesis, a quien correspondía, en última instancia, hacer el nombramiento.

Se conserva el nombramiento de D. Domingo del Vigo Peña, que ocupó el puesto desde 1890 a 1895, que se ausentó de Aguilar. La presentación que la Junta Directiva hizo de él a la asamblea fue en los términos siguientes: vecino de Aguilar, profesor de Latinidades y persona de relevantes virtudes y conocimientos.

La principal misión que tenía el capellán era la de celebrar dos misas a la semana, en los días de su mejor conveniencia, por todos los cofrades tanto vivos como difuntos. En las primeras Reglas y Ordenanzas se fijaba el estipendio que recibiría el capellán por estas misas y que era de cuatro cargas y media de pan de trigo y se instaba a los avenidores a que pusieran especial cuidado en que se dijeran estas misas por cuanto eran cosa útil y conveniente para todos.

Este estipendio, debidamente actualizado, estuvo vigente hasta fecha reciente, concretamente hasta mediados del siglo pasado. En la actualidad la Cofradía celebra una misa cuando fallece un cofrade y otra anual por todos los cofrades difuntos.

Constan en los archivos los nombres de muchos de los sacerdotes que ocuparon este puesto, algunos, como D. Policarpo Ruiz, permanecen en el recuerdo de las personas de cierta edad. Actualmente ejerce tal ministerio D. José Antonio Martínez Crespo, con el que la Cofradía tendrá siempre una deuda de gratitud por el cariño y trabajo que la dedica.

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