Historia de la Cofradía

En Orígenes hacemos ya una referencia a la Cofradía de Ntra. Sra. de Llano, a sus orígenes y a su vinculación con la orden del Temple. Aquí vamos a tratar con algo más de detalle todo lo relativo a la Cofradía y hacer un breve y rápido recorrido a través de su historia.

Sin que hasta el momento podamos demostrar documentalmente el origen de la Cofradía, los indicios acerca de su vinculación con la Orden del Temple son, además de numerosos, lo bastante contundentes para pensar que esto sea así, lo que nos sitúa ante una de las cofradías más antiguas de España con casi siete siglos de antigüedad.

En Orígenes, citábamos como indicios de relación de la Cofradía con el Temple, el primitivo santuario de la Cofradía y la imagen titular de la misma, además de la tradición popular que así lo ha venido transmitiendo. Aquí vamos a citar algunos otros detalles, que no pueden ser puras coincidencias, que avalan o por lo menos siguen apuntando en esta dirección.

Aparentemente hasta el año 1639, por lo menos de esa fecha data el documento que se conserva en los archivos de la Cofradía, no se pusieron por escrito las primeras Reglas u Ordenanzas, como las llama el documento, de la Cofradía. En dicho documento se hace referencia explícita a que son las ordenanzas por las que se viene rigiendo la Cofradía desde antiguo y a lo largo de su articulado, capítulos les llama el documento, viene recogiendo una serie de preceptos que también rigieron en el Temple, como seguidamente vamos a citar algunos de ellos.

En la asamblea general de la Cofradía, cuya asistencia era obligatoria para todos los cofrades so pena de perder la condición de tal sin posibilidad de volver a recuperarla si no justificaba suficientemente su ausencia, los cofrades tenían la obligación de denunciar, y de hecho se dieron casos, los actos lesivos para la Cofradía de los que tuvieran conocimiento de haber sido cometidos por otro cofrade. Esto tiene cierto regusto a la confesión pública que hacían los caballeros templarios durante la celebración de sus capítulos.

Otra obligación que recogen las ordenanzas era la de rezar por los hermanos difuntos y de hecho se celebraban numerosas misas a lo largo del año, 2 por semana tenía como obligación celebrar el capellán en la ermita, que era otra de las prácticas que tenía la Orden del temple.

Tanto el hábito de los cofrades como el pendón de la Cofradía recuerdan con mucha aproximación al hábito de los caballeros templarios y al estandarte de dicha Orden.

Para terminar con esta relación de «casualidades», se podrían aportar algunas más, tenemos el tañido diario a las 12.00 del mediodía que hacía todos los días la campana de la vieja ermita, lo mismo que hacía la de los establecimientos templarios a la misma hora y todos los días para llamar al Angelus.

Sigamos ahora con otros temas, en orden de dar al lector un mayor conocimiento de la Cofradía.

En las Ordenanzas del año 1639 se limitaba a 50 el número máximo de miembros que podía tener la Cofradía, estableciéndose una lista de espera cuando el número de pretendientes a entrar superaba esta cifra. Se establecía también un orden de preferencia y un importe distinto de la cuota de entrada, según el solicitante tuviera o no algún pariente dentro de la Cofradía. Según esto tenía preferencia el hijo al yerno y este iba por delante del nieto, finalmente los últimos en entrar eran los que no tenían ningún familiar dentro y a estos se les calificaba de solicitantes por la puerta.

Las cuotas también eran distintas, en el siglo XVII la cuota de ingreso del hijo de cofrade era de 6 reales, 12 reales para los yernos, 18 reales y un almuerzo para los Avenidores y Mayordomos de la Cofradía en el caso de los nietos y 24 reales y el almuerzo ya citado para los que ingresaban por la puerta.
El procedimiento también era distinto, los parientes ingresaban con sólo pedírselo a algún miembro de la Junta Directiva (y que hubiera plaza por supuesto) mientras que los que entraban por la puerta tenían que ser admitidos por la asamblea general de la Cofradía.

A mediados del siglo XIX hubo una modificación de las normas de acceso, se requería la mayoría de edad y que el aspirante fuera avalado por dos miembros de la Cofradía, que debieran responder de los daños que pudiera causar el aspirante a los bienes de la Cofradía.

La limitación del número de cofrades no siempre se siguió con mucho rigor y actualmente se ha eliminado por completo, como también se han suprimido las diferencias de cuotas de entrada en función del grado de parentesco.

Actualmente, quizá fruto de los tiempos que corremos, las ordenanzas de la Cofradía se han relajado bastante y ya no hay ninguna regla de obligado cumplimiento, pero hasta no hace mucho, concretamente hasta que existió la vieja ermita, año 1961, había unas normas de obligado cumplimiento y la infracción de las mismas, sin causa justificada, era sancionada con multas e incluso con la pérdida de la condición de cofrade.

Suponía la pérdida de la condición de cofrade el no asistir a la asamblea general que se celebraba todos los años el día de la fiesta, 8 de septiembre, después de la misa solemne y el no aceptar los cargos de gobierno de la Cofradía que ese año se nombraban.

Eran sancionadas con multas, que inicialmente se pagaban en libras de cera para hacer velas y en los últimos años se cifraron en metálico, no asistir al entierro o a la misa de difuntos de un cofrade, si se celebraba en Aguilar o a los mismos actos en caso de fallecimiento de la esposa del cofrade, en el caso de que éste la sobreviviese.
Para la misa de difuntos se situaban a la entrada de la iglesia los dos mayordomos de la Cofradía con sendas cestas de mimbres, en las que había cabos de vela y a medida que iban entrando los cofrades les iba dando una vela a cada uno de ellos que debían mantener encendida en ciertas partes de la misa y durante el responso. De ahí viene el dicho, todavía vigente por nuestra tierra de dale vela que es cofrade.

Los cofrades tenían otra obligaciones que vamos a llamar menores, porque su incumplimiento no acarreaba ninguna penalidad, y de ellas la más importante y recomendada era visitar a los hermanos que se encontrasen enfermos. Hoy en día todavía quedan cofrades de ley que siguen practicando esta piadosa costumbre.

Entre los aspectos que pudiéramos llamar lúdicos las dos costumbres más arraigadas en la Cofradía, y que hoy en día todavía se mantienen, está la merienda a base de patatas con carne que celebran los cofrades en la ermita el día que se retorna la imagen a la ermita, después de la novena de Pentecostés y que es por cuenta de la Cofradía y el otro y que cuenta con mayor participación, es la comida de hermandad del día de la fiesta. Esta comida hasta el año 1920 era sufragada por la Cofradía pero a partir de esa fecha va de cuenta de los asistentes.
Podríamos seguir contando más cosas de la Cofradía, pero a fin de no hacer muy larga y pesada esta página vamos a dejarlo aquí.

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